En 1985, cuando tenía 10 años, una noche después de cenar tuve una charla memorable con mi papá. Me dijo: «Vení, cabezón, vamos a conversar. Entonces me dijo: «Bueno, cabezón, jugás muy bien al golf. Podés ser un gran profesional. Por eso, te ofrezco que dejes el colegio, que lo rindas libre, pero que te dediques 10 horas por día a jugar al golf». La verdad yo no podía creer lo que estaba escuchando. Este psiquiatra grandote y de mirada profunda me estaba incitando a que tomara una decisión profunda e importante porque, quizás, las primeras decisiones son las que van a ir definiendo para qué lado vamos a caminar.«No, papá. Te agradezco mucho, pero la verdad es que a mí me encantaría crear empresas, armar equipos, vender, exportar. El golf es un deporte muy individualista y yo quiero ser parte de equipos». Siempre cuento como anécdota mi primera idea de exportación: poner vacas en un avión en Santiago del Estero (mi querida provincia natal, al noroeste de la Argentina) y mandarlas a China. Hubiera sido un malísimo negocio, pero esta ha sido mi primera idea de negocio. ¿Qué me dejó esta conversación con mi padre? Primero, me quedó grabado lo definitivo que ha sido este momento para mí, en términos de que las decisiones siguientes han sido consecuencia de aquella decisión original; y segundo, que nunca había hablado acerca de crear equipos, ni de ser parte de una empresa, ni de exportar. Sin embargo, luego de esta conversación, esas ideas quedaron ya instaladas en mi inconsciente y después conspiré para que las cosas fueran así. Eventualmente, logré crear más de 20 empresas, armar muchos equipos, exportar. Por cierto, un gran sueño cumplido. Pero, con el tiempo, me di cuenta de que no me entusiasmaba tanto el lugar de llegada: lo más importante para mí era el proceso de construcción, de crecimiento, de aprendizaje. Y eso es lo que me puse en la cabeza muchos años después: aprender permanentemente, aprender de cada una de las personas que atraviesan mi vida.Esta conversación con mi padre fue uno de mis primeros grandes aprendizajes. Creo que lo que intentó mi padre fue hacerme pensar, desafiarme, ponerme en un extremo. El hombre, el psiquiatra, claramente tenía su propósito, y creo que lo ha conseguido. Es que desde una temprana edad uno empieza a soñar, a mirar a lo lejos, a visibilizar un norte y con pequeños pasos comienza a caminar hacia ese lugar. A Uds les pregunto: «¿Qué querés hacer? ¿Qué te gustaría hacer? ¿Cómo te ves para agregar valor? ¿Cómo te ves dando? ¿Qué te gustaría compartir?». Creo que cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de preguntarnos si estamos haciendo lo que tenemos que hacer, lo que queremos hacer, lo que debemos hacer y, especialmente, cuál es la marca que queremos dejar. Y esto nos lleva a tener conversaciones valientes con nosotros mismos, con nuestras familias, nuestros amigos y, por sobre todo, con nuestros hijos. Pero esto no solamente se tiene que hablar: se tiene que hacer. El sueño de armar empresas nunca me abandonó —aunque, por suerte, el de las vacas a China, sí— y mi primer motor fue cambiar la cultura de trabajo dependiente del estado que observaba en el interior de la Argentina, por otra en donde vibrara la iniciativa privada como forma de desarrollo de las economías locales. A lo largo del libro vamos a hablar de cómo hacer crecer compañías para lograr objetivos personales y profesionales (Per-sionales). Voy a compartir mis experiencias y los aprendizajes acumulados. Todos podemos crear, todos podemos hacer, todos podemos soñar. De hecho, tenemos la obligación de hacerlo. Pero con el compromiso de acompañar esos sueños con realidades. Así que, a no dudarlo. Es el momento para empezar a convertir nuestros sueños en realidades y para ello te comparto mis aprendizajes más trascendentes. Es la era del Liderazgo CO que comienza por uno mismo. ¿Te animas?